Los ancianos de las residencias ya pueden recibir visitas de sus familiares, aunque en muchos casos, en unas condiciones restrictivas que claman al cielo. Ayer, leí el comunicado que remitió uno de estos centros a las familias de los residentes; en él se especifica que solo podrá visitar un familiar al anciano, durante media hora, y ¡una vez por semana! De salir los ancianos a la calle, aunque sea a la plaza de enfrente al recinto, nada de nada. ¿Han pensado los responsables de estos centros en los residentes cuyos familiares viven fuera de la provincia? ¿Y los que viven en otras comunidades? ¿Les están sugiriendo que, dentro de unos cuantos días, recorran centenares de kilómetros para estar con su ser querido media hora… a la semana? ¿Cuándo podrán ver a sus nietos pequeños?
Evidentemente, los ancianos de las residencias han sido los grandes damnificados de esta pandemia, y no hay que responsabilizar exclusivamente a la edad, los achaques y al coronavirus del desastre; la negligencia –en algún caso criminal- de las autoridades ha desempeñado un destacado papel en la elevada mortandad de este colectivo –casi veinte mil víctimas-.
Ahora, cuando millones de españoles ‘desescalan’ con entusiasmo desde hace unos cuantos días, tenemos a los internos de las residencias, incluidas las que no han padecido ni un solo caso de coronavirus, condenados a un encierro inmisericorde, sin ni siquiera habilitar a los ancianos un espacio cercano a sus alojamientos para que puedan estirar las piernas al aire libre al menos durante una hora al día.
Lo he dicho en varias ocasiones en esta página, pero no me importa repetirlo una vez más: hemos fracasado estrepitosamente en el cuidado de los ancianos de las residencias. Y espero que los políticos que adoptaron decisiones que vulneraban la legalidad –decisiones firmadas y divulgadas, no borradores- reciban su merecido en los tribunales.
Los ancianos de las residencias ya pueden recibir visitas de sus familiares, aunque en muchos casos, en unas condiciones restrictivas que claman al cielo. Ayer, leí el comunicado que remitió uno de estos centros a las familias de los residentes; en él se especifica que solo podrá visitar un familiar al anciano, durante media hora, y ¡una vez por semana! De salir los ancianos a la calle, aunque sea a la plaza de enfrente al recinto, nada de nada. ¿Han pensado los responsables de estos centros en los residentes cuyos familiares viven fuera de la provincia? ¿Y los que viven en otras comunidades? ¿Les están sugiriendo que, dentro de unos cuantos días, recorran centenares de kilómetros para estar con su ser querido media hora… a la semana? ¿Cuándo podrán ver a sus nietos pequeños?
Evidentemente, los ancianos de las residencias han sido los grandes damnificados de esta pandemia, y no hay que responsabilizar exclusivamente a la edad, los achaques y al coronavirus del desastre; la negligencia –en algún caso criminal- de las autoridades ha desempeñado un destacado papel en la elevada mortandad de este colectivo –casi veinte mil víctimas-.
Ahora, cuando millones de españoles ‘desescalan’ con entusiasmo desde hace unos cuantos días, tenemos a los internos de las residencias, incluidas las que no han padecido ni un solo caso de coronavirus, condenados a un encierro inmisericorde, sin ni siquiera habilitar a los ancianos un espacio cercano a sus alojamientos para que puedan estirar las piernas al aire libre al menos durante una hora al día.
Lo he dicho en varias ocasiones en esta página, pero no me importa repetirlo una vez más: hemos fracasado estrepitosamente en el cuidado de los ancianos de las residencias. Y espero que los políticos que adoptaron decisiones que vulneraban la legalidad –decisiones firmadas y divulgadas, no borradores- reciban su merecido en los tribunales.