Ya son diez días de la orden foral por la que se regula el régimen de visitas y salidas en las residencias guipuzcoanas. La prensa se nos acercó en una de las concentraciones semanales frente a la Diputación para constatar nuestra alegría: “estaréis contentos tras el anuncio” –nos decían.
Como bien dice el refrán: “del dicho al hecho va un trecho”, y así se lo hicimos
ver.
Pasada la euforia del momento, efectivamente constatamos que el “trecho” es notorio.
Los cuatro días de visita, como se anuncia por doquier, en algunos casos quedan reducidos a dos. Cuatro visitas
disponibles sí, pero en dos días –posibilidad de realizarlas mañana y tarde-.
Los fines de semana restringidos en algunos casos. ¿Por qué? La respuesta
es evidente: falta de recursos, dicen. O lo que es lo mismo: falta
de manos, como uds. prefieran. Esas ratios que desde las instituciones
dijeron hace tiempo que han mejorado o van a mejorar.
Otro refrán nos recuerda que “no se puede estar a la vez en misa y
repicando las campanas”. Esto es a lo que se ven obligad@s l@s auxiliares de
geriatría, desde que l@s familiares no podemos entrar en las residencias.
Porque el "baile de los ascensores", les ocupa un tiempo en detrimento de la
atención al resto de residentes.
Es decir que pasados casi tres años del inicio de la huelga en residencias no es que estemos en la casilla de salida, sino que
hemos “retrocedido 20”. Mientras tanto, los titulares siguen pregonando lo bien que se ha gestionado el tema. Como contraste sólo nos quedan los testimonios de las y los trabajadores y el de
los residentes, aunque ell@s, desafortunadamente, no siempre están en condiciones de hacerlos.
Los familiares sólo estamos de puertas afuera. Aunque hay cosas que se intuyen
fácilmente.